“Los abogados son el grito de los que se quedan sin voz”, una frase potente, pero que desafortunadamente no todos los litigantes parecen entender. Una de las que sí lo hizo fue Digna Ochoa, veracruzana nacida el 15 de mayo de 1964 y que desde joven se caracterizó por tomar casos en los que se defendía a campesinos, activistas y personas que acusaban represión por parte de las fuerzas armadas mexicanas.
Por poner un ejemplo, en 1998, Digna encontró en la oficina de su jefe, una “lista negra” con nombres de activistas. Cuando advirtió de la situación, la abogada fue levantada en Xalapa y abusada sexualmente, “fue un ‘estate quieta’” para ella. Pero esto en lugar de frenarla, provocó que la mujer se armara de valor para atender a quienes más lo necesitaban.
Como abogada, Digna Ochoa comenzó a tomar los casos que nadie se atrevía a aceptar por miedo a represalias. Defendió a zapatistas, campesinos y ecologistas que acusaban abuso de autoridad por parte del Poder Judicial y sus gobiernos. En 1995, se metió a la “boca del lobo” cuando decidió llevar el caso de indígenas afectados durante la Masacre de Aguas Blancas, en Guerrero, en donde 17 personas fueron asesinadas por el Ejército.
Esto le disgustó a más de uno, porque el hecho tuvo consecuencias políticas tales que Rubén Figueroa, gobernador de la mencionada entidad, decidió renunciar. Además, las voces acusaban de encubridor e incluso de racista con los pueblos indígenas al entonces presidente Ernesto Zedillo. Pese a ello, Digna Ochoa no se acobardó en ningún momento.
Más adelante, la abogada aceptó defender a Teodoro Cabrera y Rodolfo Montiel, campesinos que acusaban al Ejército de tortura. Diferentes amenazas de muerte llegaron a la oficina de Digna por esos entonces. Con estos antecedentes, en 1999, la mujer fue secuestrada por desconocidos, quienes la torturaron y presionaron para abandonar sus casos.
Luego de ser liberada, Digna Ochoa llevó su situación a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, quienes le dieron la razón y ordenaron su protección inmediata. En el año 2000, tuvo que irse a Washington, Estados Unidos, para resguardarse. Le recomendaron quedarse ahí mientras la situación se aligeraba, pero apenas un año después, la pasión y la necesidad de justicia fueron más fuertes para Digna.
Luego de enterarse de que autoridades mexicanas querían culpar a dos estudiantes universitarios de detonar bombas en un banco, Digna regresó a su país para defenderlos. Estaba convencida de que eran “chivos expiatorios”. Desafortunadamente, esa decisión le costó la vida.
El 19 de octubre de 2001 fue encontrada muerta. La Procuraduría determinó que se trató de un suicidio y que “padecía problemas mentales”. El caso se cerró, hasta que en 2005 decidieron reabrirlo. Digna no se quitó la vida, se la quitaron. Nadie ha ido preso por este crimen, aunque el presunto autor intelectual, Rogaciano Alba Álvarez, sí terminó en la cárcel por otro tipo de delitos relacionados al narcotráfico. El hombre falleció de COVID-19 en 2020. El caso de Digna Ochoa ha llegado hasta nuestros días, con el presidente Andrés Manuel López Obrador pidiendo disculpas públicas a su familia. Digna Ochoa, una mujer con valentía de sobra.
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