Hombre mayor es robado en la iglesia
“Don Gerardo” es una persona mayor, sumamente cercano a la religión católica y muy creyente de su fe, que acostumbra a ir cada domingo a la iglesia.
Durante la contingencia por la pandemia estuvo siguiendo las misas a través de la televisión, algunas veces en compañía de su familia, pero siempre puntual.
Cuando reabrieron los templos decidió aguardar un poco, pero después de que terminó la segunda ola por COVID-19 y los casos bajaron, regresó a lo que asegura, “le llena el corazón”.
Sin embargo, hace un par de semanas fue víctima de un asalto al interior de una iglesia en Cuernavaca, hurto del que no se dio cuenta hasta horas después de cometido.
Ese domingo asistió a la misa con un pantalón negro, camisa roja y la cadena de oro que le regaló uno de sus hijos el día de su cumpleaños, un detalle que a Don Gerardo le gustaba llevar cuando se trataba de situaciones especiales.
Justo cuando terminó la celebración religiosa, se dirigió al baño y se encontró con un hombre joven que, al parecer, también había estado presente en la misa. Se saludaron de forma amable y entraron cada quien a un cubículo.
Casualmente ambos salieron al mismo tiempo del escusado y se dirigieron al lavamanos; el señor Gerardo se despidió amablemente y fue el primero en salir.
Se dirigía a la salida del templo cuando fue alcanzado por aquel joven, quien se le acercó al oído y sutilmente le comentó que se le notaba manchado el pantalón en la parte trasera.
Muy apenado, Don Gerardo intentó taparse ante el bochornoso detalle.
“No se preocupe, yo le ayudo y lo acompaño al baño”, fueron las palabras del joven al llevarlo en camino al sanitario.
Todo transcurrió con normalidad, llegaron al sanitario y el amable joven le ayudó a “limpiarse”, para nuevamente despidiese en la salida del lugar; el hombre de fe llegó a su casa apenado por el incidente, pero tranquilo por la ayuda que le brindaron.
“Cuando quise sacar mis cosas del pantalón para ponerlas en la mesa de mi sala me di cuenta que no traía la cartera. La busqué en la entrada pensado que se me había caído, pero no la hallé, entonces la di por perdida”.
Pero don Gerardo se dio cuenta que fue víctima de robo cuando quiso quitarse la cadenita de oro que le regaló su hijo y ya no a traía puesta.
“No creí pues, que ese muchacho, me fuera a quitar mis cosas. Cuando me quité el pantalón en la casa resulta pues que no estaba manchado como me había dicho. Nada más fue un pretexto para sacarme la cartera cuando me estaba limpiando y de la cadena ni sentí”.
Muy enojado don Gerardo regresó a la iglesia para buscar al hombre que le arrebató sus pertenencias, pero ya no lo encontró.
Únicamente se acercó al sacerdote y le contó lo que pasó, para que diera aviso a los feligreses y tuvieran precaución con sus cosas.
“Ya no puede estar uno tranquilo, ni en la casa del Señor respetan ya, menos a uno que ya es adulto mayor y anda con más cuidado”.