Era 20 de junio del 1969. En el entonces Distrito Federal nacía uno de los personajes más interesantes del que, para mal, el país tenga memoria. José Luis Calva Zepeda y sus tres hermanas enfrentaron la tragedia por primera vez luego de que su padre falleciera tempranamente de un infarto. Criados por su madre, una persona de parrandas y de muchas parejas, José Luis vivió una infancia difícil, pero nadie se imaginaba que se convertiría en “El Caníbal de la Guerrero”.
Su mamá lo castigaba frecuentemente quemándole las manos en la estufa. Lo golpeaba e insultaba con regularidad. Siendo todavía un niño, sufrió abuso sexual por parte de uno de sus vecinos, pero su madre no le creyó. Luego fue víctima también de violencia por parte de un novio de la mujer.
Una noche, cuando José Luis tenía apenas once años, escuchó cómo este individuo intentó abusar de su hermana, por lo que no dudó en defenderla. Su madre se molestó muchísimo y le dio la razón a su pareja, corriendo al pequeño José Luis Calva, quien comenzó a vivir junto a vagabundos de la calle. Ahí conoció un nuevo vicio: las drogas.
Así fueron los primeros años del hombre que para desahogar sus traumas comenzó a escribir poesía. “Las primeras eran acerca de la relación con su mamá”, decían sus conocidos. Desde joven, sus poemas hacían referencia a la muerte, el suicidio y la depresión. Luego, en 1991, se estrenó la película “El Silencio de los Inocentes”, que a Calva le encantó y a partir de ahí comenzó su fascinación por el personaje del Dr. Hannibal Lecter, caníbal interpretado por Anthony Hopkins. Lo tenía en pósteres y cuadernos. Eventualmente encarnaría a “El Caníbal de la Guerrero”.
José Luis empezó a trabajar como taxista y así conoció a su primera mujer, una bailarina de centro nocturno con quien procreó a una hija. Lo abandonó al identificar violencia física y psicológica. No era para menos, José Luis era un hombre inestable, aunque de vez en cuando vendía en la calle sus poemas e incluso llegó a recitarlos en festivales del Día de Muertos en el Distrito Federal y el Estado de México.
Todo reventó cuando Calva conoció a Alejandra Galeana Garavito, de quien se enamoró a primera vista. Los familiares de Alejandra le pidieron alejarse de él, “había algo que no me gustaba”, recuerda su madre. En efecto, la relación comenzó a volverse tóxica y posesiva, lo que llevó a que ella optará por dejarlo, pero no pudo: una noche de octubre de 2007, Alejandra ya no regresó a casa.
Su familia emprendió la búsqueda y dio aviso a las autoridades. Los oficiales llegaron al departamento de José Luis y tocaron su puerta. En realidad, no iban a detenerlo, solo querían preguntarle si contaba con información que ayudara a localizarla, pero el hombre al escuchar que se trataba de la Policía se lanzó por la ventana del edificio donde vivía e intentó huir. Esta acción alertó a los judiciales, quienes lograron detenerlo. Al entrar al departamento, encontraron una escena de horror.
El cuerpo de Alejandra estaba destazado, tenía sus brazos en la cocina: uno de ellos en un sartén y con un limón. Los titulares no se hicieron esperar, “El Caníbal de la Guerrero”, como lo apodaron, se estaba comiendo el cuerpo de su novia.
Ya detenido, la parte acusatoria actuó. Luego de lo ocurrido, descubrieron que Calva habría asesinado y desmembrado a otra de sus exnovias en el pasado, además de una prostituta a principios de la década de los 2000.
La Policía incautó decenas de poemas, libros y cuentos de horror. Pero lo más impresionante fue descubrir que Calva estaba escribiendo una novela titulada “Instintos Caníbales o 12 Días”, texto que, por cierto, nunca vio la luz.
En la cárcel, José Luis pedía una sola cosa: ver a su madre. Pero ella se negó. La mujer, ya de edad avanzada, diría: “él se metió en eso, él se las tiene que arreglar”. En prisión, el hombre se despeinaba y decía en broma “soy el caníbal”. Se dice que un cocinero de la cárcel le cambió un poema por un pedazo de arrachera, “El Caníbal de la Guerrero” se hizo de gran fama.
Finalmente, las autoridades determinaron la fecha para su careo judicial el 12 de diciembre del 2007, pero Calva ya no llegó a esta fecha. “Me están golpeando, necesito dinero”, dijo en una llamada el Caníbal de la Guerrero a su hermana. En la cárcel, otros presos lo violentaban y se burlaban de él. El 11 de diciembre apareció colgado en su celda. Su hermana alegó que “lo habían matado después de abusar de él y golpearlo”. Había pruebas de ello, pero al asunto se le dio carpetazo como suicidio.
Hoy, a 16 años de aquel suceso, recordamos la historia de José Luis Calva Zepeda. Irónicamente, su hija, a la que nunca conoció, comenzó a estudiar criminalística luego de escuchar la historia de su papá. En otro capítulo del México Mágico, el abogado del caníbal, intentó sin éxito que se comercializaran los poemas y el libro “Instintos Caníbales o 12 Días”.
Y para finalizar, hablando de poesías, hay que recordar que horas antes de morir, “El Caníbal de la Guerrero” escribió un último texto. Desde la cárcel relató las líneas finales de esta trágica historia y esto es lo que decían: "Quiero buscar a mi madre en otras dimensiones. Porque aquel que no tiene madre no tiene origen".
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