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La dama de blanco de la carretera México – Cuernavaca

Francisco y Carolina son dos amigos de Cuernavaca que habían visitado la Ciudad de México el fin de semana para asistir a un par de conciertos. Ambos querían regresarse el domingo aunque fuera tarde. – Vámonos despacio para que mañana no madruguemos tanto – dijo Carolina a Paco, como le llaman sus amigos.

Salieron de la zona de Santa Fé pasadas las 10 de la noche, traían poca gasolina por lo que decidieron hacer una parada rápida en una estación y comprar algo en el Oxxo. No habían comido durante toda la tarde y querían aunque sea un sándwich para el camino. 10:42 pm marcaba el reloj del automóvil tipo Ibiza que conducía Francisco, traían el aire acondicionado debido a que era una noche un poco calurosa de abril. Muy cerca de Tlalpan, Carolina buscó su cartera para sacar para la caseta, dándose cuenta que no la traía consigo, por lo que Paco detuvo su marcha y le ayudó a buscarla sin tener éxito, ya que se la habían robado mientras ingresaron al Oxxo minutos antes. – Yo solo traigo 30 pesos que me sobraron – dijo Francisco, por lo que decidieron tomar la carretera libre.  A las 11:22 pm  tomaron la desviación hacia la Carretera Federal México – Cuernavaca, Carolina bostezaba mientras tomaba un poco de Coca – Cola para no quedarse dormida en el asiento de copiloto. Inesperadamente comenzó a llover.

La lluvia apenas les dejaba ver el camino, así que bajaron la velocidad y siguieron con cautela, hasta que de pronto, pasando la zona de Parres,  percibieron un resplandor muy intenso en sentido contrario al que circulaban. Pensando que se trataba de otro automóvil, de inmediato Paco le hizo el cambio de luces, pero no tuvo respuesta, la iluminación frente a ellos seguía molestando sus ojos. – Este cabrón no baja las luces y la lluvia no nos deja ver más – dijo en voz baja y un poco nerviosa Carolina.

Condujeron casi a ciegas, solo unos cuantos metros, hasta llegar a la zona de donde provenía esa intensa luz. Ahí, alcanzaron a distinguir a una jovencita de aproximadamente 24 años, que con el cofre de su coche en alto, intentaba desesperada arrancarlo.

Carol y Paco de inmediato se orillaron por donde pudieron, y bajaron del auto para ayudarla. La temperatura había disminuido mucho al filo de la medianoche. Saludaron a la joven que vestía muy elegante un vestido blanco,  se dirigieron a ver el motor, aunque no tenían la más mínima idea de qué hacer, solamente querían ayudar.

Pasaron 40 minutos y no pudieron solucionar el problema del automóvil, y en el lugar no había señal de celular, por lo que la bella joven les pidió un favor:

– Amigos, iba para una fiesta al DF, pero creo que ya no llegué, ¿ustedes van para Cuernavaca? – dijo la mujer.
– Sí, nosotros vamos para Cuerna, ya venimos cansados y queremos llegar – contestó Paco.
– ¿Me podrían dejar pasando 3 Marías? Ahí vivo muy pegado a la carretera-
– Claro que sí, pa’ luego es tarde – dijo emocionado Paco, mientras Carolina estaba sentada en el asiento del copiloto cubriéndose del frío.

Emprendieron camino hacia Cuernavaca y la bella y extraña joven no decía una sola palabra, y tampoco respondía al cuestionamiento sobre su nombre. Su mirada estaba fija en Paco, por lo que Carolina se comenzó a poner un poco celosa.

Pasando 3 Marías, el frío dentro del auto se intensificó, pero no tenía sentido porque la calefacción estaba puesta. La desconocida joven no se inmutaba. De pronto, se oyó una fuerte voz:

– Es aquí, detente – dijo la dama de blanco mientras les señalaba una cabaña en medio de la neblina de la carretera. – Es ahí donde vivo, gracias por traerme, espero volverlos a encontrar muy pronto -.
– ¿Puedo pasar a tu baño? – Preguntó Paco
– Claro, pero disculpa el desorden – le dijo la bella mujer.

Francisco entró y salió de la misteriosa cabaña sin problema, siguieron su camino y llegaron a Cuernavaca pasadas las 2 de la mañana. Al bajarse, observaron una especie de collar muy bonito de oro puro en forma de herradura, así como una diadema que la extraña dama que habían encontrado en el camino olvidó en el automóvil de Paco.Al siguiente día, la pareja decidió ir a dejarle sus pertenencias a la joven. Al llegar a la cabaña sobre la carretera Cuernavaca – México, tocaron muy fuerte pero nadie les abría. -¿Estás seguro que es aquí? – preguntó Carolina
-Totalmente, no hay ningún otro lugar donde tocar -.De pronto, una densa neblina se empezó a apoderar del lugar y un señor con sombrero se acercó a donde se encontraban tocando.-¿Quiénes son ustedes?-
-Hola señor buenas tardes, vinimos a dejarle unas cosas a la persona que vive ahí pero no abre -.
-¿Están seguros? –
-Completamente,  anoche la pasamos a dejar en la madrugada –
-Les voy a contar algo. En esa cabaña vivía una persona hace 15 años, era mi nieta. Su esposo la asesinó mientras regresaban de una fiesta en la Ciudad de México. El coche se les descompuso pasando Parres y ahí la asesinó a puñaladas.  Si no me creen, pasemos.Carolina y Paco estaban fríos por el miedo, y por curiosidad aceptar la invitación a ver la casa. Al ingresar, se encontraba colgado un vestido blanco lleno de sangre, muebles descuidados y una foto sobre la pared de aquella bella mujer que los jóvenes Paco y Carolina habían recogido sobre la carretera.  Al voltear para preguntar al señor más sobre la joven, él ya no estaba, y la neblina se había ido.Se dice que por las noches la bella mujer se sigue apareciendo en la carretera federal muy cerca de Parres para pedir aventón y que la lleven a la cabaña donde nunca pudo regresar porque su esposo la asesinó. Generalmente les deja alguna pertenencia a quienes le hacen el favor, y a quienes no, los espanta por el retrovisor cuando se alejan del lugar.

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