La Danza de los Viejitos, una tradición mexicana
La Danza de los Viejitos es una expresión artística tradicional de México, profundamente arraigada en la cultura popular de algunas regiones del país. Se considera una de las danzas más emblemáticas y representativas de la tradición folclórica mexicana.
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Esta danza típica tiene su origen en la región de Michoacán, específicamente en la localidad de Jarácuaro, aunque con el tiempo ha trascendido fronteras y se ha convertido en un símbolo de la identidad cultural de México. Se realiza en diversas festividades y celebraciones, especialmente durante las fiestas patronales.
El imperio purépecha o tarasco, ofrecía cada año a sus dioses, la Danza de los Viejitos para que sus cultivos prosperaran, el baile estaba dedicado principalmente a Curicaueri, la deidad más antigua de esta civilización mesoamericana que no pudo ser sometida por los mexicas.
Además del alimento, se creía que Curicaueri daba prosperidad e hijos a las familias del pueblo. Este ritual lo ejecutaban cuatro hombres, los más sabios que representaban el fuego (dios Curicaueri), el agua, la tierra y el aire.
La Danza de los Viejitos se desarrolla al son de música regional, en su mayoría sones y huapangos. Los danzantes realizan movimientos coreografiados que imitan a los abuelos en sus actividades cotidianas, como sembrar, cosechar, caminar y saludarse mutuamente. La ejecución de la danza destaca por su gracia, sincronización y energía, cautivando a los espectadores con cada paso y gesto.
En los últimos años, esta danza ha ganado popularidad y se ha difundido en festivales folclóricos tanto dentro como fuera de México, lo que ha contribuido a su preservación y reconocimiento a nivel internacional. No solo es un espectáculo lleno de color y alegría, sino también una ventana a la riqueza cultural y diversidad de las tradiciones mexicanas.
Cada fin de semana, en la plaza de la isla de Janitzio, un grupo de jóvenes con su maestro ejecutan la Danza de los Viejitos como un atractivo turístico, pero sobre todo como una forma de mantener viva la tradición purépecha.
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