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La leche radioactiva que CONASUPO distribuyó en México

Entre 1986 y 1987, CONASUPO distribuyó miles de toneladas radioactivas a sabiendas de los altos niveles de Cesio-137.

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Fuente: Vanguardia

En la década de los 60, la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO) compraba leche en polvo de la Irish Dairy Board (IDB), una cooperativa irlandesa de agricultura; sin embargo, entre el 4 y el 6 de mayo de 1986, Irlanda se vio asediada por una nube de radiactividad proveniente de Chernóbil, pues tan solo unas semanas antes había ocurrido el famoso accidente en la ciudad de Prípiat, parte, en ese entonces, de la Unión Soviética.

Esta nube afectó gravemente el territorio irlandés, las cosechas y el ganado. A sabiendas de lo ocurrido, la IDB intentó comercializar 40 mil toneladas de leche contaminada: primero, acudió a Brasil, pero el país sudamericano rechazó la oferta. Después, hicieron la misma oferta a México, quien aceptó gustosamente, a pesar de las advertencias de partículas radioactivas de Cesio-137 por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como de Antonio González de León, el embajador de Brasil en México.

La Secretaría de la Salud (SSA), bajo el mandato de Guillermo Soberón, autorizó a la CONASUPO, con José Ernesto Costemallo Botello al frente, la importación de 2 mil 436 toneladas de aquella leche radioactiva, la cual llegó a México entre 1986 y 1987. Para mitigar los impactos a la salud, y evitar concentraciones de daños en una sola región, la leche se distribuyó por todo el país. De acuerdo a las normas internacionales, un producto no puede comercializarse si cuenta con más de 150 becquereles (unidad de medida internacional que mide la radioactividad) por kilogramo; la leche distribuida por CONASUPO contaba con 2 mil 730 becquereles por kilogramo.

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Fuente: México Desconocido

Después de la importación de la leche, la CONASUPO recibió más advertencias, instando a la compañía a no distribuirla: Whayt Vales, una multinacional brasileña, avisó acerca de la norma internacional incluida en el Codex Alimentarius, aquella de los 150 becquereles, y la paraestatal respondió pidiendo un estudio de la leche al Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ), quien confirmó el exceso de radioactividad en la leche, dictamen que fue, una vez más, corroborado por la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardas (Conasenusa); este último organismo advirtió que distribuir la leche sería riesgoso.

Haciendo caso omiso a todas estas advertencias, el mismo Costemalle Botello viajó a Irlanda el 8 de marzo de 1987 para firmar el acuerdo con IDB, y, ya de regreso en México, llamó a una reunión conformada por representantes de la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (SECOFI), la Secretaría de Salud y CONASUPO, con la finalidad de encontrar una manera de "diluir" la leche contaminada; no obstante, se concluyó que la operación era muy cara y prácticamente imposible, y Jaime Martuscelli, el subsecretario de Salud en aquel entonces, autorizó el 4 de febrero de 1988 la distribución de 35 lotes más de la leche que, hasta ese momento, aún se encontraban retenidos en aduanas a la espera de ser comercializados.

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Fuente: Xataka México

Las consecuencias no sorprendieron a nadie. La doctora Rocío Cárdenas, quien en ese momento era jefa del Departamento de Oncología del Instituto Nacional de Pediatría (INP), confesó a La Jornada que entre 1987 y 1999 los fallecimientos infantiles por cáncer aumentaron de manera alarmante. Inclusive se reportaron casos de marinos que enfermaron tras recibir los cargamentos, aunque, por presiones políticas, la Marina Armada de México ocultó la información.

Cuando salió a la luz toda esta información, se creó la Norma Oficial Mexicana (NOM) 316, la cual establece que el máximo de becquereles por kilogramo permitido en leche importada es de 50. Eventualmente, se creó la Comisión CONASUPO, un grupo de investigación con la finalidad de investigar la corrupción, malversación de fondos y demás irregularidades que ocurrían en la paraestatal, y se aceptó que la CONASUPO fue negligente al ser consciente de la contaminación de la leche, además de que hubo desfalco al erario público a través de la paraestatal; sin embargo, se protegió a los funcionarios involucrados: Guillermo Soberón, José Ernesto Costemalle y Jaime Martuscelli, inclusive tuvieron puestos en instituciones gubernamentales durante varios períodos más. México mágico.


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