Ricardo Aldape Guerra fue un mexicano que a los 20 años de edad, en busca de una mejor calidad de vida, viajó en condición de ilegal a los Estados Unidos sin imaginar que su nombre le daría vuelta al mundo y que su caso se convertiría en referencia para las personas que buscan un juicio justo en aquel país.
Todo comenzó la noche del 13 de julio de 1982, cuando la Policía de Houston, Texas, recibió el reporte de que un vehículo había casi atropellado a una persona; en el automóvil viajaban dos personas.
El conductor era Ricardo Aldape, el copiloto, Roberto Carrasco. Fue el oficial James Harris quien ordenó a los dos ocupantes que descendieran del vehículo y pusieran las manos sobre el automóvil: en ese momento, uno de los ocupantes sacó un arma y disparó contra el oficial, arrebatándole la vida.
Después de lo sucedido, los ocupantes del carro huyeron del lugar en un intento por escapar. Roberto Carrasco, quien portaba el arma, disparó en contra de otro vehículo matando al conductor, por lo que la policía comenzó con la búsqueda de los dos hombres.
Dentro del operativo policial para encontrar a los agresores, el primero en aparecer fue Carrasco, quien perdió la vida en un enfrentamiento con los policías mientras pretendían arrestarlo, minutos después encontraron a Ricardo Aldape, escondido debajo de un remolque, enseguida fue arrestado y llevado a la escena del crimen.
El 16 de octubre de 1982, en un juicio viciado de irregularidades, el juez federal Henry Oncken calificó a Aldape como una amenaza para la sociedad y fue sentenciado a la pena de muerte mediante una inyección letal. El mexicano evaluó como injusta la sentencia y se declaró inocente durante todo el juicio.
Durante la investigación se encontraron varias irregularidades en el caso de Ricardo Aldape, en primer lugar, la intimidación de los oficiales a los testigos presenciales para que declararan que Aldape fue el que disparó contra el oficial, también una declaración firmada por el mismo sentenciado, pero después se demostró que se firmó bajo presiones y agresiones de los oficiales.
Aunque el arma homicida fue encontrada en posesión de Carrasco, los oficiales obligaron a testigos a decir que Aldape se la había entregado después de atentar contra el oficial, muchos de los testigos no hablaban inglés y fueron intimidados con ejercer acciones legales contra ellos si no firmaban su declaración.
Después de que se dio a conocer la sentencia, una participante del jurado declaró que su veredicto estuvo condicionado por presiones externas, lo que ocasionó que la orden de ejecución fuera suspendida. Durante un tiempo, hasta el mismo presidente de México de aquellos años, Carlos Salinas de Gortari, pidió a la gobernadora de Texas volver a revisar el caso de Ricardo Aldape.
En 1988, abogados contratados por el sentenciado descubrieron todas las irregularidades que existieron durante el proceso, por lo cual presentaron una solicitud de un nuevo juicio ante el Tribunal de Distrito de los Estados Unidos para el Distrito Sur de Texas.
El juez Kenneth Hoyt coincidió en que se le había negado a Ricardo Aldape el derecho a un juicio justo. Para el 18 de mayo de 1995, concedió la petición y ordenó que fuera juzgado nuevamente o puesto en libertad. El 5 de julio de 1996, la Corte de Apelaciones del Quinto Circuito confirmó esa decisión.
Después de que un juez del tribunal de primera instancia de Texas decidiera que gran parte del testimonio de los testigos presenciales del primer juicio sería excluido en el nuevo juicio, el Estado retiró los cargos contra Aldape y el 16 de abril de 1997 Aldape fue puesto en libertad.
El 17 de abril de 1997, tras quince años en el Corredor de la muerte dentro de una cárcel en Texas, Ricardo Aldape estaba nuevamente en tierras mexicanas y como un hombre libre regresó a Monterrey, lugar donde fue recibido por el gobernador del Estado.
A su regreso a México, fue tratado como un héroe, la fama que se generó a partir de su caso lo hizo aparecer en diversos medios de comunicación, incluso, una televisora mexicana lo invitó a participar en una telenovela, las ganancias generadas a partir de su fama las usó para adquirir un auto último modelo.
Sin embargo, a los pocos meses de recuperar su libertad y regresar a México, en abril de 1998, mientras conducía el vehículo que se había comprado con la fama ganada, Ricardo Aldape perdió la vida en un accidente automovilístico sobre la carretera Matehuala - El Huizache.
El mexicano que burló a la muerte en Estados Unidos, vino a encontrarse con ella en su país natal, pero su historia quedará para la posteridad.
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