Las Poquianchis: unidas por la sangre y la brutalidad
Las hermanas González Valenzuela, popularmente conocidas como “Las Poquianchis”, fueron objeto de escándalo en periódicos como Alarma! y La Prensa durante 1964, cuando fueron acusadas por Catalina Ortega ante la comandancia de la Policía Judicial de León, Guanajuato, por cometer diversos crímenes, entre ellos, haber participado en el homicidio de más de 90 personas, convirtiéndose así en las asesinas seriales con mayor número de víctimas en la historia de México.
Delfina, María de Jesús, María del Carmen y María Luisa “Eva” Valenzuela, tras una infancia y juventud complicadas, violentas y carentes buscaron maneras de obtener ingresos económicos para subsistir. En 1938, María de Jesús se relacionó con Jesús Vargas, “El Gato”, sujeto con el que decidió abrir una cantina que pese a su cierre años más tarde, le permitió aprender el movimiento del negocio para iniciar, junto a su hermana Delfina, su propio negocio: un bar.
Este espacio, luego de meses de su apertura, se convirtió en uno de los burdeles más grandes de Jalisco, donde, a través de falsas promesas de trabajo, se les ofrecía a familias de escasos recursos el intercambio de sus hijas por supuestos trabajos de limpieza y cocina para realmente servir como objeto de prostitución.
Este lugar estaba bajo control gracias a los sobornos que se expedían a las autoridades, el control de riñas y de las mismas mujeres por parte del hijo de Delfina, Ramón. “Las Poquianchis” estaban haciendo de las suyas.
Sin embargo, años más tarde, tras la muerte de Ramón, el lugar se vio clausurado, por lo que tuvieron que cambiar de domicilio, ahora en Lagos de Moreno, donde las condiciones de vida eran deplorables. Así fue como se inauguró “Guadalajara de Noche” en 1954, espacio en el que se sometió a muchas jóvenes a realizar actos lamentables, a vivir en condiciones de hambruna y maltrato para que trabajaran por las noches.
Los sobornos, los maltratos y los cambios de domicilio se hicieron más frecuentes. Hasta que un oculista de apellido Poquianchis les vendió a las hermanas su propiedad, resultando de este acontecimiento el apodo de las hermanas.
Con la orden de las autoridades para cerrar negocios de esta índole en 1962, Delfina propuso a sus hermanas abrir un nuevo negocio en una ranchería en Loma del Ángel donde privaban de la libertad a mujeres, muchas mujeres. En este mismo lugar se cometieron los actos más atroces, siendo “Las Poquianchis” las autoras intelectuales de crímenes, aunque el verdugo fue Salvador Estrada Bocanegra, quien las maltrataba y eventualmente asesinaba a estas chicas.
Se comenta que tras la detención de las hermanas Valenzuela, se identificaron alrededor de 91 víctimas, aunque se estima que pudieron ser más de 150 personas, pues el periodo en el que llevaron a cabo dichas atrocidades fue realmente largo.
En su mayoría, las víctimas fueron mujeres privadas de su libertad, aunque también asesinaron a clientes y bebés de las mujeres al servicio. Se dice que las hermanas se deshacían de las mujeres que “ya no les servían” por quedar embarazadas o por su edad, pues al cumplir 25 años, ya eran demasiado viejas para servir al negocio.
La pesadilla terminó cuando una de sus víctimas, Catalina Ortega, pudo escapar y acudió a la comisaría local para realizar su denuncia. Tras darse a conocer la noticia, en las calles se pedía que las lincharan. “Las Poquianchis” fueron condenadas a la pena máxima de 40 años de cárcel, solo una logró morir en libertad.
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Con información de Paola Arcos.
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